España es un país de altos ingresos que se enfrenta a múltiples desafíos, como la degradación de suelos, el cambio climático y la desigualdad que sigue aumentando, y afectan la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos desafíos son de suma importancia para el área de nuestro caso de estudio, la región semiárida localizada en el sureste de España y la región más seca de Europa continental.

Las condiciones naturales  de esta región semiárida – con precipitaciones por debajo de  350mm/año e irregularmente distribuidas, temperatura media anual entre 12-18°C, y temperaturas extremas en verano-, y sus desafíos ya mencionados,  hacen que este área sea ecológicamente vulnerable. Esto a pesar de que contiene un alto índice de  biodiversidad con abundantes especies locales/nativas e ibérico-norteafricanas endémicas. Este relativamente pequeño territorio combina ecosistemas asombrosos, como el Desierto de Tabernas, el Parque Natural Cabo de Gata, y el Parque Regional Las Salinas de Pedro Pinatar, con agrosistemas muy modificados de cultivos de regadío y un amplio desarrollo urbano que se extiende considerablemente a lo largo de las áreas costeras y su frente marítimo. Este área también contiene tres cuencas hidrográficas, presentando un sistema complejo para la administración del agua.

Desde los 1970s, este área ha visto un cambio notable con grandes impactos económicos, socioculturales y ecológicos. Las causas principales incluyen la introducción de prácticas agrícolas intensivas, el desarrollo del sector turístico, y la industria de la construcción. Con la introducción del desarrollo de la agricultura de regadío, empresas agrícolas familiares se han convertido en un gran sector agroindustrial, que apoyan prácticas innovadoras y aumentan las oportunidades de empleo en lo que antes era una de las áreas más pobres de España. Por ello, esta área se conoce informalmente como “el jardín de Europa”. Sin embargo, el desarrollo de esta región también ha generado múltiples desafíos ecológicos, como la sobreexplotación del agua subterránea (fomentando la acumulación de sal en agua y en el suelo), contaminación del agua por el uso de fertilizantes con nitratos y fosfatos , o el abandono de prácticas tradicionales de agricultura que contribuyen al mantenimiento de ciertos servicios ecosistémicos en paisajes bioculturales.  

Así mismo, el desarrollo en la región está generando desafíos sociales, como la falta de integración social de migrantes atraídos por la necesidad de mano de obra, asentamientos no regulados, y desigualdad de género. Mientras las iniciativas para la sostenibilidad en el área (principalmente relacionados a los sectores de agricultura y turismo) van cada vez siendo más comunes, aún son necesarios mayores esfuerzos colectivos para apoyar mejor la implementación de la Agenda 2030 y los ODS en este área y promover una transición a un modelo de desarrollo que sitúe en el centro la  sostenibilidad y equidad.